En este día singular no podemos estar satisfechos. El consumo de drogas está desbocado -más allá de pequeñas variaciones estadísticas que nos ofrecen los distintos estudios- y totalmente banalizado, empezando por el alcohol, el rey indiscutible de las fiestas de menores y mayores.
Muchas personas consumen drogas buscando divertirse y en estos tiempos de pospandemia, guerra y crisis económica, otras muchas lo hacen para olvidar sus problemas. Sabemos que en determinados ámbitos se sigue pensando que consumir drogas es casi recomendable y además, divertido. Constatamos que en términos generales no hay una percepción del riesgo que suponen estos consumos y sus repercusiones evidentes sobre la salud física y mental de las personas, con daños que pueden ser muy severos.
Para agravar la situación, en los últimos años han cobrado auge las denominadas adicciones sin sustancia. El juego patológico junto al uso problemático de internet, videojuegos, móviles y redes sociales son algunas de las nuevas adicciones que en muchos casos están estrechamente relacionadas con el consumo de las drogas clásicas y asociadas a comportamientos peligrosos como situaciones de acoso escolar, abuso sexual y violencia de género, entre otros.
Resulta evidente que no podemos limitarnos a reflexionar, hay mucho trabajo por delante que debemos realizar juntos y de forma intensa. Personas, familias, profesionales, entidades y administraciones. Todos. Ayudando a las personas que sufren adicciones y procurando su reintegración social, junto a una apuesta decidida por la prevención, la desnormalización del consumo y el fomento de estilos de ocio que no tengan como actividad principal el atracón de alcohol y otras drogas.
Por otra parte, desde el ámbito de la lucha contra el narcotráfico vemos la situación actual con honda preocupación.
Los índices de tráfico de drogas están en los registros más altos de la historia y en España confluyen grandes rutas internacionales con destino a Europa. Así nuestro país está -literalmente- inundado de drogas, principalmente de hachís del Sur y de cocaína del otro lado del Atlántico con las costas gallegas como uno de sus destinos favoritos. Todo ello a pesar de la meritoria labor que realizan las fuerzas de seguridad, jueces y fiscales comprometidos; profesionales que trabajan con las manos atadas por una legislación tímida y garantista que en demasiadas ocasiones parece proteger más al criminal que al honrado ciudadano.
Vemos con asombro a los mismos traficantes, grandes capos que entran y salen de la cárcel con normalidad rutinaria, delinquiendo una y otra vez, traficando y amasando fortuna. A ellos se añaden bandas internacionales muy peligrosas que practican la violencia extrema como método habitual de trabajo. Criminales que ponen en riesgo la seguridad de todos, capaces de desestabilizar y amenazar un estado.
Y mientras tanto aquí, la Policía, Guardia Civil o Vigilancia Aduanera tienen que pasar un auténtico calvario para intervenir un teléfono o poner una baliza de seguimiento, sufriendo dificultades cada vez mayores para realizar su trabajo. Instamos a nuestros gobernantes a considerar el narcotráfico y el crimen organizado como asuntos de la máxima prioridad. Las drogas y el narcotráfico deben entrar ya en la agenda política. No solo estamos ante un problema de Salud Pública; es también una amenaza directa para la Seguridad del Estado.
No podemos perder más tiempo.